sábado, 11 de julio de 2009

FORTALECIENDO LA AUTOESTIMA DE LOS HIJ@S


1. Demuéstrale lo mucho que lo amas
Todos los padres quieren a sus hijos pero ¿se lo demuestran cada día?, ¿les dicen que ellos son lo más importante que tienen, lo mejor que les ha pasado en la vida? No es suficiente con atender cada una de sus necesidades: acudir a consolarle por algo que le sucede, brindarle afecto y cariño, también son imprescindibles. Está demostrado; los padres que expresan su afecto con besos y caricias tienen hijos más felices que se muestran cariñosos con los demás y son más pacientes con sus compañeros cuando juegan. El darle cariño no implica que dejen de respetarse las normas de convivencia.

2. Mantén un buen clima familiar.
Para los niños, sus padres son el punto de referencia que les proporciona seguridad y confianza. Aunque sean pequeños, perciben enseguida un ambiente tenso o violento. Es mejor evitar discusiones en su presencia, pero cuando sean inevitables, hay que explicarles, en la medida que puedan comprenderlo, qué es lo que sucede. Si nos callamos, podrían pensar que ellos tienen la culpa. Si presencian frecuentes disputas entre sus padres, pueden asumir que la violencia es una fórmula válida para resolver las discrepancias.

3. Educa en la confianza y el diálogo.
Para que se sientan queridos y respetados, es imprescindible fomentar el diálogo. Una explicación adecuada a su edad, con actitud abierta y conciliadora, puede hacer milagros. Y, por supuesto, ¡nada de amenazas! Tampoco debemos prometerles nada que luego no podamos cumplir; se sentirían engañados y su confianza en nosotros se vería seriamente dañada.

4. Debes predicar con el ejemplo.
Existen muchos modos de decirles a nuestros hijos lo que deben o no deben hacer, pero, sin duda, ninguno tan eficaz como poner en práctica aquello que se predica. Es un proceso a largo plazo, porque los niños necesitan tiempo para comprender y asimilar cada actuación nuestra, pero dará excelentes resultados. No olvidemos que ellos nos observan constantemente y "toman nota". No está de más que, de vez en cuando, reflexionemos sobre nuestras reacciones y el modo de encarar los problemas. Los niños imitan los comportamientos de sus mayores, tanto los positivos como los negativos, por eso, delante de ellos, hay que poner especial cuidado en lo que se dice y cómo se dice.

5. Comparte con ellos el máximo de tiempo.
Hablar con ellos, contestar sus preguntas, enseñarles cosas nuevas, contarles cuentos, compartir sus juegos...es una excelente manera de acercarse a nuestros hijos y ayudarles a desarrollar sus capacidades. Cuanto más pequeño sea el hijo, más fácil resulta establecer con él unas relaciones de amistad y confianza que sienten las bases de un futuro entendimiento óptimo. Por eso, tenemos que reservarles un tiempito diario, exclusivamente dedicado a ellos; sin duda, será tan gratificante para nuestros hijos como para nosotros. A ellos les da seguridad saber que siempre pueden contar con nosotros. Si a diario queda poco tiempo disponible, habrá que aprovechar al máximo los fines de semana.

6. Acepta a tu hijo tal como es.
Cada hijo e hija posee una personalidad propia que hay que aprender a respetar. A veces los padres se sienten defraudados porque su hijo no parece mostrar esas cualidades que ellos ansiaban ver reflejadas en él; entonces se ponen nerviosos y experimentan una cierta sensación de rechazo, que llega a ser muy frustrante para todos. Pero el niño y niña debe ser aceptado y querido tal y como es, sin tratar de cambiar sus aptitudes. No hay que crear demasiadas expectativas con respecto a los hijos ni hacer planes de futuro. Nuestros deseos no tienen por qué coincidir con sus preferencias.

viernes, 10 de julio de 2009

APRENDIENDO A SER PADRES


Aprender a ser padres: Tarea de todos los días
"Las dificultades en las relaciones con los hijos, a veces, tienen que ver con sentimientos ocultos, no expresados ni reconocidos, con fallos en la comunicación con la pareja, y con los dobles mensajes que la madre y el padre dan a sus hijos."
Cuando decidimos tener hijos, nos sentimos muy ilusionados, imaginando la maravilla y el milagro que es traer al mundo un nuevo ser. También es cierto que luego, nos sentimos abrumados por la responsabilidad, por la torpeza, por sentirnos incapaces de comprender qué pasa con este ser tan pequeñito cuando lo único que sabe hacer es llorar, si algo le incomoda. Deseamos que el tiempo pase y que el bebé ya empiece a hablar para que pueda comunicarnos qué es lo que le duele y qué quiere.

Cuando ya el niño crece un poco, y surgen otras dificultades, nuevamente pensamos que cuando crezca un poquito más, ya será más fácil. Y así seguimos, esperando que llegue el momento en que no nos angustiemos con nuestro hijo. Pero la experiencia demuestra que el hijo será nuestro hijo hasta el fin de nuestros días, y seguiremos con las angustias e incapacidades porque no fuimos educados ni entrenados para ser madre y padre. Nos encontramos sin herramientas para esa gran tarea y nos toca improvisar, inventar y aprender a ser padres.

Nos olvidamos de cómo nos sentíamos nosotros cuando éramos niños y traemos dentro de nosotros sistemas de ideas y creencias con las cuales queremos imponer como autoridad frente a los hijos.
Muchas veces, los padres nos olvidamos de observarles detenidamente y descubrir la magia de la comunicación a través de la escucha atenta, del cariño, de la mirada en los ojos hacia lo profundo de su ser, reconociendo lo diferente de la persona que tenemos ante nosotros, aunque sea nuestro hijo.
Los hijos necesitan percibir que durante la niñez los padres están pendientes de sus necesidades, siendo capaces de cuidarlos y guiarlos mientras no saben para donde ir. Teniendo muy en cuenta que “el autoritarismo aplasta pero el permisivismo ahoga”. Los hijos necesitan una actitud firme y respetuosa que les permita confiar en la capacidad de sus padres para dirigir sus vidas mientras son menores. Los padres van por delante orientándolos, pero no cargando con los hijos a las espaldas y esclavos de sus deseos.

A veces, tomamos la opción de ser demasiado permisivos, olvidándonos de poner limites y de dar referencias claras, pensamos que lo mejor es ser “amigo” del hijo, imaginando que así estaremos más cerca de él. En realidad el hijo necesita una madre y un padre como referencias claras que le den apoyo y le confronten con la realidad. Amigos ya encontrará en la vida por sí mismo.

En la nueva generación de padres, con el deseo de no repetir los errores y abusos de sus progenitores, algunos son muy comprensivos con sus hijos y les dedican toda su atención, pero a la vez se muestran débiles e inseguros para ocupar la posición jerárquica que les corresponde, incapaces de respetarse a sí mismos y de hacer valer sus necesidades frente a los deseos de los hijos.

Otros padres, implicados tan a fondo en sus profesiones y en su trabajo no tienen tiempo para los hijos, son padres ausentes que luego intentan compensar esa falta de atención con regalos, dinero y un exceso de permisividad. Los hijos crecen con mucha soledad y libertad, pero con falta de referencias y de contacto afectivo y humano.

Por eso, madres y padres necesitan tener espacios de reflexión para explorar las dificultades y encontrar alternativas para ejercer una maternidad y paternidad desde el corazón, apoyados por una razón flexible y amplia, buscando transformar el hogar en un lugar donde el hijo pueda sentirse amado, comprendido y con posibilidades de desarrollar todo su potencial.

TIEMPO PARA LOS HIJOS...



TIEMPO PARA LA FAMILIA: NECESARIO PARA EL FORTALECIMIENTO FAMILIAR

PARA REFLEXIONAR:
Actualmente muchos padres tienen en sus respuestas “NO TENGO TIEMPO”, así los hijos y las hijas se quedan sin tener ese tiempo necesario para sus vidas.

¿De verdad no habrá tiempo?
Cada padre y madre tendrá que evaluar su rutina diaria y ver si es cierto que no hay tiempo para los hijos y la pareja.

¿QUE SIGNIFICA SER PADRE HOY?
El 'buen padre', imagen ampliamente difundida por las sociedades de consumo, es la de 'proveedor': aquél que satisface todas las necesidades materiales del hogar. Para "que no les falte nada a los hijos" trabaja jornadas dobles y aún los fines de semana. El padre no logra satisfacer las necesidades presentes, cuando ya le han sido creadas otras. Así se desgasta febrilmente, sin darse un respiro para disfrutar lo importante: la experiencia única de ver crecer a los hijos.
Los padres que han logrado vencer LA RUTINA y ser menos proveedores a nivel material y económico, comparten el gozo en la crianza de los hijos y hablan de "una nueva dimensión en la convivencia familiar".
La voz del padre es de suma importancia: da seguridad, confianza en el porvenir, establece los límites de la conducta infantil, y cierra el círculo del amor que debe rodear al niño. El padre proporciona un elemento único y esencial en la crianza del hijo y su influencia es poderosa en la salud emocional. La madre le dice: "con cuidado", y el padre le dice "uno más", al estimular al pequeño a subir otro peldaño para que llegue a la cima. Juntos, tomados de la mano, padre y madre guían al retoño en el camino de la vida. Pero para ello se necesita TIEMPO.
El padre bueno y el buen padre
No es difícil ser un padre bueno. Un corazón blando basta para ser un padre bueno; en cambio la voluntad más fuerte y la cabeza más clara son todavía poco para ser un buen padre.
El padre bueno quiere sin pensar, el buen padre piensa para querer. El buen padre dice que sí cuando es sí, y no cuando es no; el padre bueno sólo sabe decir que sí. El buen padre no hace ídolos; vive la presencia del único Dios.
El buen padre echa a volar la fantasía de su hijo dejándole crear un aeroplano con dos maderas viejas. El padre bueno sobreprotege la voluntad de su hijo ahorrándole esfuerzos y responsabilidades.
El buen padre templa el carácter del hijo llevándolo por el camino del deber y del trabajo. Y así, el padre bueno llega a la vejez decepcionado y tardíamente arrepentido, mientras el buen padre crece en años respetado, querido, y a la larga, comprendido.
El padre bueno le da poco tiempo a su hijo, el buen padre le brinda el tiempo que necesita su hijo está allí para aconsejarlo, animarlo, escucharlo, abrazarlo y observarlo en su crecimiento.
En estas vacaciones es importante que los padres compartan con sus hijos y su pareja, después de un año de actividades es necesario fortalecer las relaciones familiares para brindar autoestima y seguridad a toda la familia. En lo posible evitar mandarlos fuera de casa a nivelación o algún tipo de preparación académica, los hijos reclaman la presencia de los padres.
Psicólogo: Alberto Vásquez Ramírez - Centro de Desarrollo Familiar y Social