viernes, 10 de julio de 2009

APRENDIENDO A SER PADRES


Aprender a ser padres: Tarea de todos los días
"Las dificultades en las relaciones con los hijos, a veces, tienen que ver con sentimientos ocultos, no expresados ni reconocidos, con fallos en la comunicación con la pareja, y con los dobles mensajes que la madre y el padre dan a sus hijos."
Cuando decidimos tener hijos, nos sentimos muy ilusionados, imaginando la maravilla y el milagro que es traer al mundo un nuevo ser. También es cierto que luego, nos sentimos abrumados por la responsabilidad, por la torpeza, por sentirnos incapaces de comprender qué pasa con este ser tan pequeñito cuando lo único que sabe hacer es llorar, si algo le incomoda. Deseamos que el tiempo pase y que el bebé ya empiece a hablar para que pueda comunicarnos qué es lo que le duele y qué quiere.

Cuando ya el niño crece un poco, y surgen otras dificultades, nuevamente pensamos que cuando crezca un poquito más, ya será más fácil. Y así seguimos, esperando que llegue el momento en que no nos angustiemos con nuestro hijo. Pero la experiencia demuestra que el hijo será nuestro hijo hasta el fin de nuestros días, y seguiremos con las angustias e incapacidades porque no fuimos educados ni entrenados para ser madre y padre. Nos encontramos sin herramientas para esa gran tarea y nos toca improvisar, inventar y aprender a ser padres.

Nos olvidamos de cómo nos sentíamos nosotros cuando éramos niños y traemos dentro de nosotros sistemas de ideas y creencias con las cuales queremos imponer como autoridad frente a los hijos.
Muchas veces, los padres nos olvidamos de observarles detenidamente y descubrir la magia de la comunicación a través de la escucha atenta, del cariño, de la mirada en los ojos hacia lo profundo de su ser, reconociendo lo diferente de la persona que tenemos ante nosotros, aunque sea nuestro hijo.
Los hijos necesitan percibir que durante la niñez los padres están pendientes de sus necesidades, siendo capaces de cuidarlos y guiarlos mientras no saben para donde ir. Teniendo muy en cuenta que “el autoritarismo aplasta pero el permisivismo ahoga”. Los hijos necesitan una actitud firme y respetuosa que les permita confiar en la capacidad de sus padres para dirigir sus vidas mientras son menores. Los padres van por delante orientándolos, pero no cargando con los hijos a las espaldas y esclavos de sus deseos.

A veces, tomamos la opción de ser demasiado permisivos, olvidándonos de poner limites y de dar referencias claras, pensamos que lo mejor es ser “amigo” del hijo, imaginando que así estaremos más cerca de él. En realidad el hijo necesita una madre y un padre como referencias claras que le den apoyo y le confronten con la realidad. Amigos ya encontrará en la vida por sí mismo.

En la nueva generación de padres, con el deseo de no repetir los errores y abusos de sus progenitores, algunos son muy comprensivos con sus hijos y les dedican toda su atención, pero a la vez se muestran débiles e inseguros para ocupar la posición jerárquica que les corresponde, incapaces de respetarse a sí mismos y de hacer valer sus necesidades frente a los deseos de los hijos.

Otros padres, implicados tan a fondo en sus profesiones y en su trabajo no tienen tiempo para los hijos, son padres ausentes que luego intentan compensar esa falta de atención con regalos, dinero y un exceso de permisividad. Los hijos crecen con mucha soledad y libertad, pero con falta de referencias y de contacto afectivo y humano.

Por eso, madres y padres necesitan tener espacios de reflexión para explorar las dificultades y encontrar alternativas para ejercer una maternidad y paternidad desde el corazón, apoyados por una razón flexible y amplia, buscando transformar el hogar en un lugar donde el hijo pueda sentirse amado, comprendido y con posibilidades de desarrollar todo su potencial.

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